Es curioso cómo se re-dibujan las caras,
los olores, los olvidos…
Y eso que sólo he estado fuera,
así,
con un cálculo casual,
unos quince minutos.
Tú eras ojos en mi memoria,
y olor a miel con queso.
Pero ahora que he vuelto,
tu nariz, tu boca y tus orejas,
gravemente ofendidas por mi despiste ,
también lo han hecho.
Al instante he olvidado que,
en mis quince minutos de ausencia,
solo fuiste aroma y mirada,
y ahora eres un todo,
como siempre,
con cuerpo y cara.
En cambio, estaba convencida de que,
durante mi periplo de quince minutos,
yo, por fin, había cambiado.
Cuando estaba allí,
era grácil,
como el agua,
y poderosa,
como las olas,
y alegre,
como los niños que discuten por almenas.
Fue justo en el mar donde logré,
unos siete minutos de ausencia.
Otros tres fueron por el aire,
la orquesta, la música,
y nuestras palabras sinceras.
Y creo que, los últimos cinco minutos,
me los regaló el tiempo,
que me hizo descubrir detalles,
que ahora,
sin mi ausencia,
no veo.