Texto: Beatriz López | Fotos: María Cabal
La comunicación del arte escénico. Si estuviera presente en el currículo oficial de un programa docente sería una asignatura de las consideradas ‘maría’ o del grupo ‘no sé para qué tengo que aprender esto o para qué sirve’. Como a la filosofía, la música, la literatura o la sintaxis, a la comunicación, aún a día de hoy, no se le concede verdadera importancia, no se le encuentra mucho sentido puesto que, parecer ser que, no es más que manejarse mínimamente en la lengua de Cervantes (o en la del referente que corresponda a la realidad geográfico lingüística).
Y si además esta comunicación ha de transmitir el hecho escénico, ese acto que Aristóteles definió como el más sublime de todos por su acercamiento fidedigno a la naturaleza, cualquiera dentro del gremio que tenga un registro lingüístico amplio y un conocimiento medio de las nuevas tecnologías puede encargarse, al mismo tiempo que desempeña, por supuesto, su ejercicio escénico específico. Esta es la creencia en general.
Periodista y filóloga hispánica amante de las artes escénicas considero la comunicación una extensión de la creencia del ser, sea este de la naturaleza que sea. Y como todo lo natural implica el análisis de la esencia, esto es empezar desde el principio:
Comunicar; Del latín communicare, este verbo transitivo encierra en la primera acepción su entidad. ‘Descubrir, manifestar o hacer saber a alguien algo’ traslada la raíz significativa del descubrimiento o manifestación de algo que se transmite a otro. ‘Conversar, tratar con alguien de palabra o por escrito’, añade el dualismo que encierran los modos de expresión.
La comunicación lo es todo, porque en último término comunicar es ‘hacer a una persona partícipe de lo que se tiene’. En ese concepto de atesorar subyace la idea fundamental de ‘Transmitir señales mediante un código común al emisor y al receptor’.
Toda forma de comunicación responde a un código propio. El más esencial de todos lo genera la propia palabra, que constituye el vehículo principal de la comunicación humana. No obstante, existen muchos otros que se valen o desafían a la palabra misma. El arte es el paradigma de la vitalidad del acto comunicativo. Toda disciplina artística es una manifestación que se sirve de su propio códice, esto es nos remite de manera inevitable a la noción de lenguaje.
Lenguaje; Del occitano, cuatro de las siete acepciones remiten directamente a la relación sine qua non de la comunicación y su vinculación a un código específico. ‘Facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos’. Esto es una ‘manera de expresarse’ que contiene un ‘conjunto de señales que dan a entender algo’. En definitiva, un ‘código de signos’.
La comunicación del lenguaje periodístico
La comunicación es la forma natural de expresión del ser humano que encuentra en su desciframiento en un determinado códice, una multiplicidad de variantes que pueden ser trasladadas desde un lenguaje escénico concreto al lenguaje de la palabra. Así, el periodismo nace de la suma indisociable de comunicación más lenguaje con base en la palabra. El lenguaje periodístico la emplea en su condición pura, pero remarcando el carácter conciso y correcto de su manifestación.
Es por tanto incluso el lenguaje periodístico una traslación del lenguaje elemental sujeto a unas normas concretas, que encuentra diferentes variantes, siendo a día de hoy la modalidad digital, con la llegada y predominio de las nuevas tecnologías y formas de comunicación, la más nueva que ha supuesto un reformular las pautas clásicas del código periodístico. Para el periodista su forma de expresión es la comunicación y se sirve de ella a partir de la expresión escrita u oral de la palabra. Del comunicador o periodista se espera por tanto que sea un maestro en el conocimiento y manejo óptimo de la casuística de la lengua, para llegar a la traslación óptima de esta a otros lenguajes. Concierne al periodismo la decodificación, esto el acercamiento de la comunicación de cualquier manifestación al código compartido por toda una sociedad, que en líneas generales comparte un mismo idioma común, base de su comunicación cotidiana.
El arte de comunicar el ser
No es tarea fácil trasladar otros códigos al lenguaje de la palabra. En la versatilidad artística, la música, la danza, el teatro presentan en su código signos, a veces inefables a la expresión lingüística. Es la manifesta
ción escénica la que mejor refleja el acto comunicativo como extensión del ser a través de la evocación de gestos, movimientos, sonidos, de los que emanan emociones, sentimientos y pulsiones de la condición humana difíciles de revelar mediante vocablos. La expresión de un movimiento o de toda una pieza coreográfica en la danza, la emoción y atmósferas suscitadas y sentidas a partir de un acorde o de una melodía musical completa, o la complejidad del hecho teatral en su recepción del conjunto dramatúrgico por parte del espectador se muestran a veces resistentes a ser transmitidos por otro lenguaje que no sea el que les da vida escénica.
La vitalidad de la comunicación y la complejidad del lenguaje en sus múltiples variantes hacen necesario valorar el carácter imprescindible de confiar la transmisión, y con ello divulgación de todo código, en un profesional de la palabra, que la desnude, pero la entregue cargada de toda su alma. Conciso y cercano pero correcto y preciso; que llegue a todos en la accesibilidad de su mensaje pero que lo transmita en su integridad. En la comunicación del arte escénico es indispensable el conocimiento y bueno uso de las herramientas de comunicación, así como la sensibilidad artística y el dominio de nociones específicas para la difusión del arte.
No obstante, este ejercicio, que se vertebra en el doble vínculo de confianza en la palabra y el arte, va mucho más allá de saber escribir, dominar la lengua con propiedad, manejar la peculiaridad del código periodístico o conocer con exhaustividad la disciplina que se comunica. Si bien es cierto que existen una serie de pautas que se han de tener en cuenta y deben aprenderse (son numerosos los talleres y manuales de comunicación en la actualidad que luchan por concienciar del aprendizaje ineludible), de cuya aplicación depende en base el éxito comunicativo, no estamos hablando de una ciencia sujeta a matemática exacta ni de ejecución meramente mecánica. Por el detalle y complejidad del que está conferida la propia palabra, la comunicación es un arte en sí misma que requiere dedicación y entrega: una obligación contraída que el periodista asume como catecismo.
El arte de comunicar el ser responde a aquello en lo que creemos, principio de lo que somos. Cuidar la comunicación de toda disciplina artística, para la difusión y acercamiento al público, exige un ejercicio de confianza en la palabra y en su artífice, el mismo que se le entrega a la pasión del arte que se crea. Una apuesta por lograr que en esa traslación del código escénico al lenguaje de la palabra se transmita la creencia de la creación escénica al mayor número de personas posibles; un acercamiento o preparatoria de curiosidad a la sacudida que provoca la vivencia del hecho escénico en el espectador como gran transformador social. En la actualidad, este hecho evidencia aún más si cabe la urgencia por la apuesta de unos contenidos de calidad en un sector con predominancia visual, que adolece de una apabullante precariedad de recursos económicos. La comunicación patente de las artes escénicas empodera no solo al profesional, sino a la obra escénica, y con ello a la profesión. Una comunicación artística satisfactoria, reflejo de la manifestación que comunica, significa el compromiso en el profesional de la comunicación del arte escénico. En su esencia, la comunicación y las artes escénicas comparten la inherencia vocacional de ser concebidas como filosofía de vida.